— ¿Qué haces aquí?
— Estoy buscando una familia.
— ¿Una familia en este baile?
— Sí; en cualquier parte. A mí me hace falta una familia. ¿No conoces á alguien que quisiera venderme una, baratita?
Ese sentimiento, expresado en tono de broma, una noche de juerga, era, en realidad, uno de los más arraigados en el alma de Robert. Necesitaba una afección; tenía urgencia de encontrar algo que le proporcionase ciertos goces tranquilos; deseaba, en suma, un poco de cariño para endulzar las agitaciones de su vida.
... Y ese deseo familiar había sido colmado, al fin, por Carlos y Liliana, que eran, para Robert, «como dos hijos»; dos seres más jóvenes que él, dos seres que le querían entrañablemente, que aceptaban sus consejos, y que si no lo trataban como á un padre, tratábanle, al menos, como á un hermano mayor, llamándole á