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Página:Del amor, del dolor y del vicio.djvu/126

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viciosa y calculadora, cuyo singular amor propio consistía en encender ardientes deseos para no satisfacerlos nunca.

Acordábase Plese de la historia lamentable de un joven pintor italiano cuya pasión por Margarita había se hecho popular entre los artistas de Montmartre tres años antes. Todas las noches el pintor y Margot se paseaban juntos por los cafés artísticos de París, dándose el brazo como dos novios. Él iba poniéndose cada día más flaco. Ella, siempre fresca y ruidosa, sonreía eternamente. Una mañana, Plese se encontró con ambos en una calle desierta de la «Montaña Sagrada», y los felicitó por haberse levantado tan temprano. «¡Levantarnos! —exclamó ella escandalizada—. ¿Acaso nos acostamos juntos nunca?» Y él agregó con trágico acento: «¡Nunca!...» Algunos meses más tarde, la misma chica había contado en una taberna de bohemios que «su enamorado» acababa de suicidarse por ella.