no carecía de escrúpulos, ni era tampoco un simple combatiente en la palestra de la lucha social, dispuesto á triunfar por todos los medios—; no; él no era un futuro explotador de la influencia femenina... No... Él no era sino un artista, un hombre sentimental, sensual, inquieto, capaz de las más grandes pasiones y de los más dolorosos sacrificios. Durante los largos meses pasados en casa de su querida, había saboreado todos los goces y todos los dolores que un amante puede experimentar en la encantadora monotonía de un idilio, y nunca, en esa época, pensó seriamente en que los besos pudieran agotarse. Luego su análisis no le hizo ver sino la persistencia de su pobre amor, que subsistía por encima del desprecio, por encima de la humillación, por encima del odio mismo.
Porque Carlos odiaba y despreciaba á Liliana... La despreciaba, la odiaba, y al mismo tiempo la adoraba.
Por las noches, al acostarse, después