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Página:Del amor, del dolor y del vicio.djvu/210

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Gramont usaba, en sus relaciones amorosas, de una solemnidad hierática, ejerciendo el «sacrilegio profesional» de un modo instintivo é inquietante. Antes de acostarse, arrodillábase ante la Muñeca y la recitaba sus ruegos amorosos en estrofas de un ritmo severo y no siempre impecable, de cuya magnífica monotonía de órgano surgían, de vez en cuando, gritos agudos de pena ó de esperanza; gritos histéricos que duraban un instante, al cabo del cual la mística melopea volvía á desarrollar, en la languidez salmódica de la euritmia, sus cláusulas dolientes y entusiastas de antífona, de himno, de letanía, de plegaria... Creyéndole algo loco, Liliana sometíase á los caprichos de su voluntad quejumbrosa, con una ternura compuesta de piedad cariñosa y de voluptuosa curiosidad. Las mujeres, en general, se sienten más halagadas cuando un amante las compara á la Virgen que cuando las compara á Venus, y todos poseemos, en el fondo del alma, cierta