fuera de París, en el castillo de su padre. Entre los servidores de la noble vivienda, había un campesino joven, musculoso, guapo, ágil, atrevido, cuadrado de torso y redondo de cara, que le servía á ella de cochero todas las ma ñanas. Cierto día, al atravesar el bosque que separaba su casa del pueblo, el campesino se detuvo repentinamente; volvióse hacia ella con los ojos encendidos por el deseo, y en silencio, sin rogar, sin amenazar, obedeciendo á una fuerza incontrastable de león hambriento, la violó en pleno campo, bajo la inmensa caricia de un sol estival...
Poco á poco sus pupilas ardientes fueron fijándose con preferencia en los mozos de aspecto fornido.
— ¿Sabes? —dijo al fin á Margot en un momento de franqueza—. ¿Sabes?... los poetas no me gustan ya, por sus pequeñeces lascivas y sus manías viciosas. Para cosas sabias no hay nadie como tú... Lo único que ahora me tienta es el hombre robusto, como...