Ir al contenido

Página:Del amor, del dolor y del vicio.djvu/230

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
226


... Ya encerrados en la caja estrecha del simón, el coracero explicó sus deseos con una petulancia fanfarrona que habría parecido grotesca en otras circunstancias á la antigua querida de Carlos, pero que, en ese instante, despertó violentamente su sed de besos brutales y de brutales caricias.

— ¿Quiere Ud. venir á mi casa, señora?

— No; vamos á la mía, puesto que yo soy libre.

Al entrar en el bosque, Liliana bajó, con un ademán febril, las cortinas azules de las ventanillas, y convirtió el fiacre, durante algunos minutos, en ambulante alcoba...

Por la noche la Muñeca dijo al militar:

— No te marches.

... Y el militar no se marchó... Y una semana más tarde, ni ella, ni él, habían salido de la casita de las inmediaciones de París...