de cometer otra más grande aún. En cuestiones sentimentales, todo es natural, y lo más natural de todo es el crimen y la demencia. Por otra parte, tú debes de conocer á Margot mejor que yo y saber lo que te espera... Si te he ofendido, dispénsame, y ten la seguridad de que tu mujer será siempre, para mí, la más respetable de las mujeres... Pero no hablemos más de eso; ¿quieres?...
Robert enjugó las lágrimas que temblaban en sus párpados enrojecidos y marchitos. Su rostro, prematuramente envejecido, crispábase á cada instante con un temblor nervioso que hacía más profundos los surcos de sus mejillas.
«¡Pobre hombre! —pensaba Carlos—. ¡Pobre amigo, cuya máscara de cruel ironía y de impenetrable escepticismo desaparece al más ligero soplo de la verdadera pasión, convirtiéndole en débil juguete del Destino ó de la Lujuria... ¡La Lujuria!... ¡El Destino!... Yo también quise burlarme de ellos, creyéndome fuerte,