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Página:Del amor, del dolor y del vicio.djvu/248

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hasta vierto punto», casi no sufría al entretenerse en acariciar el recuerdo del único hombre que no había sido un «puro capricho de sus sentidos».

... Y de pronto la imagen de «su iniciador» aparecíale unida á otra imagen rival. Esa visión la obsesionaba.

Viéndola preocupada, Robert la interrogó:

— ¿Qué tienes?

— Nada, nada —repuso ella.

Y un instante después murmuró, como hablando consigo misma:

— «¿Se casará realmente?»

— ¿Por qué no se lo preguntas?

— Yo no le veo nunca. Y es una pura curiosidad. Nada más.

— ¿Quieres que le invite á nuestra fiesta de mañana?

— ¡No! ¡no!

— ¿No?...

— Además, él no querría venir á mi casa, ni aun como amigo.

— Tal vez sí.