fué lo que debía ser, ni más ni menos... Ahora me creo libre, completamente libre; libre de todo lazo social, de toda convención hipócrita, y estoy dispuesta á no vivir sino guiada por mi corazón y por mi instinto... Tal vez no hago bien, pero, en verdad, me siento incapaz de obrar de otro modo... Por otra parte, necesito vivir, necesito dar libertad á mi alma y dejarla que respire el ambiente ideal que hasta hoy le ha faltado... ¿No me aprueba Ud.?
— ¡Oh! sí, señora, sí.
— ¿Por qué me llama Ud. señora? En otro tiempo...
— En otro tiempo —dijo Carlos con energía melancólica— yo estaba loco y llegué á figurarme que un hombre sincero podía decir á una mujer lo que siente... Luego he comprendido que un artista, un hombre que tuvo necesidad, como yo, de ser secretario de un magnate cualquiera, no puede entrar en ciertos salones sin exponerse á que se rían de él... No me