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VI
— Un minuto, Lili, espérame un minuto; voy á llevar todo esto á la sala.
Llorede quería sacar de la alcoba los búcaros llenos de jazmines, de rosas y de crisantemos que adornaban la chimenea, preñando la atmósfera de pesadas emanaciones.
— No... todavía no... déjalas en su sitio... las flores nunca hacen daño... ¿no te gustan las flores?... déjalas allí, cerca de nosotros... Ven —repuso Liliana.
Y tomándole casi en vilo entre sus brazos robustos y delicados, le llevó hasta el borde del lecho.
— ¡Di que no tengo más fuerza que un hombre!