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Página:Del amor, del dolor y del vicio.djvu/81

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ras grotescas?... Ya verás los que he hecho poner en nuestro nido. ¡Esos sí que son elegantes y confortables! Después de almorzar nos marcharemos de aquí, y esta noche estrenaremos nuestra nueva cama. ¡Di que no estás contento!

Sí lo estaba, sí. Estaba contento de huir de ese barrio en el cual los lacayos de los hoteles vecinos señalábanle con el dedo; estaba contento de alejarse de todas las grandes señoras que volvían la cabeza, para no saludarle, cuando lo veían por la calle; estaba contento, sobre todo, de llevarse á su Muñeca, á su Lili, á su tesoro, lejos del sitio en el cual se había muerto de fastidio durante tantos años, de aquel sitio fatal rodeado de enemigos que hacían lo posible por separarles; en fin, que se asemejaba á la isla misteriosa de la balada flamenca, en que el amor estaba vedado á los mortales. Lo único que le producía un ligero sentimiento nostálgico, eran los muebles tan odiados por la marque-