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Página:Del amor, del dolor y del vicio.djvu/96

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— ¿Rezar un rosario?

— Tampoco. La penitencia consistirá en hacer gratis, ante nosotros, el mismo milagro de divinas exhibiciones que te produjo una corona de diamantes en el almuerzo de la noble sanguijuela pontifical.

Margarita del Campo se puso de pie, ruborizada, y dispuesta á ofrecer á todo el mundo el espectáculo de su dorado y redondo seno. Sus manos ligeras é inconscientes habían ya desabrochado el primer botón de su talle, repleto de carne victoriosa, cuando Carlos, desde su sitio, con visible mal humor, dijo en alta voz á Robert:

— Me parece que esta noche tus ocurrencias son algo groseras...

Un relámpago de cólera brilló en los ojos de la chiquilla, que permaneció inmóvil, sin atreverse á seguir desnudándose, y sin querer, tampoco, darse francamente por insultada.

Liliana comprendió el enfado de su