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sólo contentarme con esto, sino que también deseo hablarle de estas dos patrias nuestras. Animada de patriotismo y de un sentimiento humanitario, anhelando el progreso y la civilización, quisiera que los que, como usted, trabajan, tuvieran la re- compensa que merecen, y que, conociendo los males que devoran a estas pobres tierras, pudie- ran encontrar el remedio. Usted escribe de lejos, mi amigo, y con muy buena intención, pero olvi- dándose un poco de la realidad. ¿Cómo le daréa usted una idea de esta triste realidad? ¿Qué constitución puede ser bastante para pueblos que desconocen, a cada momento, los deberes del hom- bre en sociedad ? Ya sabe usted la composición de nuestra sociedad : pereza y envidia; todo tra- bajo constante cansa y fastidia. ¿ Cómo aprender nada ? Encontrando en sí mismo esta resistencia, para lo que pide tiempo y estudio, no se puede saber nada; y entonces se aborrece al que sabe, y no hay estímulo sino envidia. No se puede us- ted hacer una idea del lujo de estos pueblos po- bres; así en las personas como en las casas. To- dos quieren tener, no sólo grandes comodidades, sino un gran Injo; y como ya usted sabe que sue- len levantarse las grandes fortunas mediante in-