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ducido al francés, colmando, con ese regalo, un deseo o capricho expresado por la señora. En su ancianidad, uno de los muchos hom- bres superiores, que puede decirse sus hijos intelectuales, por haber ella contribuído a formarlos con su aplauso y consejos experi- mentados, Juan María Gutiérrez, no halla mejor manera de manifestarle su afecto y gra- titud, verdaderamente filiales, que envián- dole aquellos libros cuya lectura pudiera in- teresarla. ¿ Qué libros son esos, preguntaréis? El mismo Gutiérrez va a daros la respuesta en dos hermosas misivas. He aquí la primera :
Noviembre 1% de 1861.
Mi querida amiga: Hoy están pensando en us- ted sus hijos y sus infinitos amigos, en todas par- tes del mundo. De Chile, de Francia, de España, le mandan a usted, con el pensamiento, tiernos saludos y felicitaciones. Yo me uno a todos los que la estiman y aman a usted, para desearle toda la fe- licidad posible y para abrazarla contra el corazón.
Le mando uno de los libros más espirituales