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pués de las intentonas revolucionarias del hando unitario, — lo cierto es que Nóbrega, sin darse por avisado del peligro «que corría, y adoptando antes bien el aire del que no teme vada porque en nada ha faltado, esti- muló a su cabalgadura y rompió a andar con rumbo a la quinta, donde se apeaba del caba- lo media hora más tarde. Encontrábase allí dirigiendo en persona algunas faenas de huerta, cuando, de improviso, se vió cercado felinamente por un grupo de bandidos de la mazorca, que le arrojaron un lazo al cuerpo, derribándole en tierra, donde el cuchillo de uno de los de la banda, célebre virtuoso en el arte del violín... dela época de Rosas, ejecutó en la garganta de la víctima una de sus par- tituras acostumbradas (1). 31 sacrificio fué do-
(1) Para relatar la muerte de Nóbrega hemos seguido, en ausencia de fuentes históricas más seguras, una tra- dición de familia. Todo lo que documentalmente sabemos acerca de ese asesinato es que Jo perpetró la banda de Silverio Badía, según propia declaración de éste, como lo hace coustar la sentencia de muerte que se ejecuto