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donde donna Carmen lleve a sus niñas esta- rán bien llevadas », replicó inmediatamente el representante de su santidad, en su media lengua ítalo-española, batiéndose en retirada.
Con el último año de la presidencia de su esposo llegaron para doña Carmen días difí- ciles y de prueba. La cuestión candente, y aún sin resolver, de la capital de la República volvería a tornar otra vez posible el choque de las dos fuerzas antagonistas del país, con motivo de la renovación de las autoridades nacionales. Grandes fueron, sin duda, la an- siedad y el dolor de la señora al ver acumu- larse en el obscuro horizonte las nubes pre- eursoras de la tormenta formidable. Ella, que tanto y tan bien había trabajado en la apro-
ximación amistosa del interior y Buenos Ai-