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éxito, parasubstituir los guardianes y emplea- dos masculinos de la cárcel y correccional de mujeres, por religiosas consagradas a esa mi- sión, con visible ventaja para la reforma de las reclusas. Pero, ¿es que existe realmente verdadera oposición antinómica entre esos dos actos? ¿No denotan, por el contrario, la misma amplitud de un espíritu superior, la unidad perfecta de una conducta que coloca, 'por arriba de todas las creencias, la concien- cia recta, la intención pura, la bondad, los valores morales, en una palabra? Y así eran, en efecto, la moral y la religión de Misia Car- men, cuya « inflexible dulzura » — para em- plear la bella expresión que el crítico Vi- llemain aplica al Papa Pío VII, — enya inflexible dulzura no se mostraba intransi- gente sino con el vicio y la perversidad irre- ductibles. Modesta, con dignidad, poseyó además el arte difícil de hacerse perdonar sus distinciones, a lo que contribuyó sin duda no

poco su moderación y recato de gran señora.