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La unión con Mendeville abrió nuevamen- te de par en par las puertas de la hospitalaria mansión de doña María Sánchez a sus nume- rosos amigos y conocidos. No escaseaban en- tre éstos los forasteros, representados, ya por el comandante y oficiales de alguna nave en- ropea, que recalaban en el salón de la señora de Mendeville como en seguro puerto de refugio contra las inclemencias sociales de aquellos tiempos borrascosos, ya por algún personaje de fuste, como García del Río, quien, de paso para Europa, llega, en 1822, a Buenos Aires, recomendado a doña Mariquita por el general San Martín, y que, poco des- pués, informa extensamente a Bernardo de Monteagudo sobre el estado de la opinión pública en esta ciudad, escribiéndole una im-
