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llas y miserias, las ilusiones y fanatismos del partido a que pertenece. Sus simpatías uni- tarias no la ofuscan y ciegan, hasta el punto de no ver los propios defectos y las calidades
positivas del adversario.
Ya sabrús la dispersión y trastorno del Sud: la muerte del pobre Crámer y la de Castelli. Es inú- til te diga la causa más indudable que parece ha producido estos males : impericia, desorden, des- unión. La principal cabeza parece no estaba bue- na. ¿ Era un trastorno mental o causado por algo ? No sé; pero hubo trastorno y-todo se perdió... Mucho te habrá esto sorprendido. A mí, no. Pien- so que la descomposición de elementos que tene- mos en todo, para todo, nos ha de dar mucho tra- bajo para organizar algo compacto que produzca algún resultado sólido.
Al mismo Juan, a propósito de los tácticos
de club y los estrategas de sobremesa :
Ya te harás cargo lo que se murmura de la len- titud de ese ejército, pues sabes lo fácil que es dar batallas y conseguir victorias a los que están