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los mismos

dades, todo los amores, todo lo mas bello i simpático en sentimiento.

—Así, lo amo a Ud. i a todo lo que nos rodea, por que todo es la obra, del Padre Comun. ¿Quiere Ud. imitarme, amigo mio?

Al oir estas palabras, el recuerdo de Abel cruzó involuntariamente por mi memoria, i no encontré ningun inconveniente en amarlo.

—En cuanto a Abel sí, dije, ya lo amo, i mucho.

—Entónces, repuso Ella, tornando a su aire malicioso, no tiene Ud. celos ya?

—Han desaparecido, le contesté candorosamente.

—I si Abel fuese mi amigo i mí primer amigo?

No habia concluido la artera pregunta i ya sentí toda mi sangre refluir a la cabeza de tal modo, que ella esclamó:

—No avanza Ud. mucho, querido señor. Tras su esclusivo amor, marchan los celos como un estilete para su jóven espíritu.

Pareció en seguida refleccionar, i luego.

—Es cierto, dijo, que no se comprende la verdad sino se la vive; pero, tambien sabemos que la aspiracion para conocerla, equivale a la, esperiencia en razon directa de la intensidad de la aspiracion i de su pureza.

—En la Tierra, continuó hablando siempre consigo mismo, las nociones supremas del derecho del hombre i del deber, deben hallarse ya a la altura