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DIARIO DE UNA COMEDIANTA 139

De este modo, hace un momento estuve, por curiosidad, a ver un pseudo Poussin y un pseu- do Velázquez, en casa de un burgués arruinado.

Aun me parece oirle decir:

—En mil novecientos trece, en la sala de ven- tas, un Velázquez llegó a valer un millón. Con la carestía de la vida, es preciso que yo pida mu- cho más por el mío,

Su Velázquez era de un autor cualquiera, y no valía 500 rublos,

Podría creerse que estos comerciantes impro- visados, estos expositores ingenuos son presa de algunos ladrones o de los especuladores.

La apatía rusa es muy grande. Impide a las gentes mal intencionadas hacerse ladrones, por lo menos de una manera aislada.

Los que lo hacen, se organizan en bandas que operan a mano armada, tomando la apariencia de amotinados y no la de bandoleros, y en ese caso se presentan como guardias rojos que re- gresan de un acto del servicio.

Procuran, además, llevar casi siempre consigo a algún funcionario auténtico de la Policía, a quien interesan ampliamente en los beneficios de las operaciones.

Pero, en resumen, el comercio de obras de arte va muy bien. Hay una verdadera fiebre de compras.

Muchas personas quieren transformar absolu-