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he visto? Imposible recordarlo. Su rostro me es totalmente desconocido.
Se acerca más a mí para decir:
—No se me reconoce porque me afeité el bi- gote y llevo traje de pekín.
Entonces le veo más detenidamente. ¡Eureka! Es el guapo Tcher Kess, de quien estaban ena- moradas todas las mujeres. Realmente se halla inconocible; este traje no le sienta bien.
Me confía que fué detenido, pero que logró escaparse. Mañana parte para Turkestán.,
Un caballero a quien no conozco, me tiende la mano, sonriendo, para ayudarme a bajar del tranvía. En realidad, éste me es absolutamente desconocido. Por más esfuerzos que hago no lo recuerdo. Me dice:
—Soy el principe X..., me he dejado crecer la barba.
En efecto, ahora le reconozco. Es el principe cuyo rostro se disimula bajo una barba rizada y abundante. Esto va a convertirse en un verdade- ro juego de adivinanzas.
A 22 de Agosto.
Todas las mañanas me encamino Hacia la Legación danesa, encargada de los intereses franceses. Hoy hay gran efervescencia en la sala de espera.
El Sr. Verstraét fué puesto en libertad y rela-