DIARIO DE UNA COMEDIANTA 167
A 30 de Agosto.
¡Qué acontecimiento tan sensacional e ¡nes- perado!
Uritzky, el tirano de Petrogrado, el alma con- denada del bolcheviquismo, fué asesinado.
Un suspiro de satisfacción se escapa de todos los pechos.
Parece que el aite se aligeró; Uritzky fué muer- to por un disparo de revólver que, a quemarro- pa, le hizo un estudiante llamado Kanegiesser. Era un judio que pertenecía a otro partido.
Desgraciadamente pudo aprehendérsele. ¡Qué lástima!
Se necesita ser valiente para atreverse, en se- mejantes momentos, a realizar un acto como este, Haciendo desaparecer a un individuo, este hom- bre ha salvado tal vez a millares de víctimas.
Uritzky era el Marat de la revolución rusa.
Asistí a la caza y aprehensión del asesino sín haberlo procurado.
Como a las doce del día, oigo tiros y salgo a la ventana. Primeramente no veo sino una barre- ra de guardias rojos establecidos en cada salida de la calle, y que piden a los transeuntes sus pa- saportes e impiden a los carruajes el acceso. In- trigada, permanezco un momento en el balcón y como a las doce veo pasar un carruaje lleno de soldados y, en medio de ellos, a un hombre que