DIARIO DE UNA COMEDIANTA 189
pletaron su enternecimiento. Encontró manera de llevarme hasta el puesto de un comandante encargado de la policía. Este no tenía el aspecto demasiado hosco.
—Permitid que pase — ordenó. Pero luego agregó: —Si es que Finlandia lo permite.
Afirmé que no había dificultad alguna por esa parte.
En realidad, estaba muy lejos de hallarme ani- mada, porque no tenía ningún visto bueno, sino únicamente una tarjeta del cónsul de Noruega para el comandante finlandés,
Se me interrogó:
—¿Tiene usted equipaje? .
—Dos baúles y algunos paquetes pequeños.
—¿Va usted sola?
—Una francesa viene conmigo.
Otra persona, en efecto, mi compañera Rog- gers, también intentaba pasar, y era una gran alegría para mí el no hallarme sola entre esas di- ficultades, en ese viaje hacia lo desconocido.
Recogieron nuestros pasaportes y nos entrega- ron algunas hojas que debíamos llenar con la de- claración de la suma que llevábamos. En segui- da se designó a una mujer para que nos regis- trara. Cumplió a conciencia su tarea, y registró hasta mi corsé y mis botas. En seguida tocó la vez a los baúles. Dos soldados, bajo la vigilancia de un jefe, se encargaron de esa tarea. La hicie-
