28 PAULETTE Pax
a esta existencia extraordinaria? Fuí a ver el edi- ficio que ocupaba la Comisaría de Policía del barrio. Fué incendiado como todos lo han sido, según dicen.
En el piso yace un enorme montón de papeles que no han acabado de consumirse.
Chiquillos, mujeres y hasta soldados contem- plan, con curiosidad, el espectáculo.
Algunas hojas ennegrecidas vuelan delante de mi. Los niños se precipitan intentando atraparlas.
Para ellos, esto es un juego.
Tomé al vuelo uno de esos pedazos de papel. ¡Son pasaportes quemados!
¡Nitchevo!
Aprovechando la calma, he ido a hacer una visita en la vecindad. La calle parecía tranquila y entré en ella sin desconfianza, cuando de pron- to estallan disparos de armas de fuego.
Inmediatamente me refugio en una puerta, y veo a los transeuntes que retroceden corriendo.
Se oyen gritos que dicen:
— ¡La ametralladora, la ametralladora!...
Pero nadie puede precisar siquiera la direc- ción en donde se encuentra esa arma terrible.
La indecisión es atroz. ¿Qué haré? ¿Debo avanzar y abandonar mi abrigo?... Paso así un largo cuarto de hora...
Por lo menos me aventuro a recorrer el tra-
