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vuelve una hermosa leccion de civismo para el pueblo chileno y para la juventud nacional.
RIVERA Y JOFRE (RAMON).
Escritor y servidor público. Nació en Santiago en 1835. Hizo sus estudios de humanidades en el Instituto Nacional y los tres primeros años de leyes en la Universidad. Amante de la educacion del pueblo, fué uno de los fundadores de la Sociedad de Instruccion Primaria, de Santiago, en 1856. Siendo mui jóven ingresó como cronista en El Ferrocarril y fué redactor de sesiones del Congreso para ese diario. A pesar de sus tareas literarias y periodísticas, consagraba sus horas desocupadas a la traduccion del aleman de artículos científicos para su profesor, don Justo Florian Labeck, que tenia por él particular afecto. Muchas de esas traducciones fueron publicadas en los Anales de la Universidad. En 1868 se dirijió al Callao, donde sirvió, por espacio de diez años, el puesto de Cónsul de Chile, en cuyo cargo atendió con el mayor celo patriótico los intereses de sus connacionales. En ese rango diplomático hizo honor a su representacion internacional. En la sociedad de Lima y del Callao se hizo estimar de todo el mundo por la bondad de su carácter. Durante su permanencia en el Callao fué corresponsal de los diarios El Heraldo, El Nacional, El Comercio y La Patria de Lima. Sus correspondencias llamaban la atencion pública por la sobriedad de su estilo y la orijinalidad de sus observaciones. Cuando se fundó en Lima El Nacional, el periodista chileno don Rafael Vial, mejorando su posicion de escritor, lo tomó como colaborador al servicio del nuevo diario como su compatriotay el señor Rivera Jofré contribuyó poderosamente con sus escritos al éxito brillante de esa publicacion. Desde el Perú fué tambien corresponsal de El Mercurio de Valparaiso. Al sobrevenir la guerra del Pacífico, en 1879, se le nombró cónsul de Chile en Panamá, donde prestó los mas valiosos servicios al pais en aquel ajitado período histórico. Su permanencia en Panamá fué de activa y constante labor de propaganda en la prensa y en la diplomacia en favor de su pais. Efectuó, en comision del Gobierno chileno, una importante y fructífera espedicion secreta en persecucion de la lancha torpedera peruana Guacolda, que fué apresada merced a sus oportunos avisos al comandante Thompson, que mandaba el Angamos. Quebrantada su salud por el excesivo trabajo del consulado y el clima de Panamá, regresó a Chile en 1881 y fué nombrado, por el gobierno de don Aníbal Pinto, gobernador de Antofagasta. Se hizo cargo de su puesto bajo la administracion del Presidente Santa María, desempeñando sus funciones hasta 1886, época en que lo renunció para establecerse en Santiago. Aun cuando su salud no se restablecia por completo desde su época de ajente oficial en Panamá, el Presidente Balmaceda le encomendó la redaccion de un reglamento consular, trabajo que no logró terminar por haberlo interrumpido en sus tareas la muerte. El diario La Época, de Santiago, emitió el siguiente honroso concepto de su probidad política, en un artículo necrolójico consagrado a su memoria: «Debemos recordar una vez mas la noble accion de