vélo y la fatíga venciessen y allanassen las grandes dificultades que se ofrecían para practicar lo que se ideaba. No se dudó sería trabajo util à la Nación, porque se manifestaría con evidéncia à las demás, que nuestra léngua Castellana no era inferior à ninguna de las mas cultivadas de Európa, assi en la pureza de sus voces, como en la valentía de sus expressiones, en lo conciso de sus cláusulas, en lo elegante de sus phrases, y en lo sonóro de sus composiciones: y que en no haver tenido el apláuso que merece ha sido por culpa de que nuestros Autores no la han manejado con el debído estúdio: no porque la léngua no sea capáz de la mas elegante rhetórica, segun se vé en aquellos Autores, que con algun cuidado han repassado sus escritos, ò han tenido la fortúna de posseer una facúndida naturál, que de estos hai muchissimos, segun se manifiesta en la copiosa lista que tiene formada la Académia, sentída de no poder nombrarlos à todos, porque entonces sería Bibliotheca, lo que solo es Catálogo. De aqui se infiere la impropriedád del dictério con que nos han motejado algunos Extrangéros, que llamaron mónstruos al celebrado mystico Fray Luis de Granada, al chistoso Quevedo, al ingenioso Cervantes, al discreto Calderón, y à otros; porque estos no fueron en la léngua mónstruos, sino estudiosos y felices en el modo con que la usaron: y assi pudieron manifestar al mundo lo que comprehende nuestro Idióma, y lo mucho que pierde el descuido, ù desaliño de aquellos, que no reparando en limar su estílo, abandonan el primór de engastar sus escritos en el oro finissimo de la eloqüéncia.
4 Deciase tambien ser justo fijar la léngua, que (haviendo tenido à la Latina por Madre, y despues con la variedád de domínios padecido la corrupción que es notória) se havía pulido y adornado en transcurso de los tiempos, hasta llegar à su última perfección en el siglo passado: y no era decente à nosotros, que logrando la fortúna de encontrarla en nuestros dias tan perfecta, no eternizassemos en las prensas su memória, formando un Diccionario al exemplo de las dos celebradissimas Académias de París y Florencia. Crecía este deseo al passo que se consideraba era poco áire de nuestra Nación estar sin este adorno, quando de este género de libros, en que se explican las voces de las lénguas natívas, se insinúan sus orígenes, y se aproprian las phrases, el Autor mas antíguo, que se reconoce en la República literária, fué el Español Don Sebastian de Covarrubias, que con novedád publicó este méthodo. Su libro ha merecido la estimación de próprios y Extrangéros; pero como es facil al ingénio añadir y limar lo mismo que se halla inventado: los Franceses, Italianos, Ingleses y Portugueses han enriquecido sus Pátrias, è Idiómas con perfectissimos Diccionarios, y nosotros hemos vivido con la glória de ser los primeros, y con el sonrojo de no ser los mejores. Covarrubias fué solo, no tuvo quien le dirigiesse, ò ayudasse: es cierto, que abrió el camíno; pero no pudo poner mas que aquellas voces que le excitó la phantasía. Con