tadas objeciones de querer constituírse maestra de la léngua: porque calificada la voz por límpia, púra, castíza y Españóla, por medio de su etymología, y autoridades de los Escritores; y al contrário, castigada por antiquada, ò por jocósa, inventada, ò usada solo en estílo libre, y no serio: viene à salir al público, con notoriedád de hecho, que la Académia no es maestra, ni maestros los Académicos, sino unos Jueces, que con su estúdio han juzgado las voces: y para que no sea libre la senténcia, se añaden los méritos de la causa, propuestos en las autoridades que se citan.
13 En este próprio assunto ha usado la Académia de la mayor modéstia, porque à todas las voces expressívas, y propriamente Castellanas no las añade calificación, teniendo por inutil la senténcia, por estar comprobadas con el mismo hecho de ser usadas de nuestros Autóres, y solo dá censúra à las que por antiquadas, nuevas, supérfluas, ò bárbaras la necessitan.
14 En el uso de las autoridades se resolvió no multiplicar muchas para una voz, porque advertidos de otros Diccionarios se solicitó evitar inconvenientes. En el de la Real Académia Francésa se califica la voz sin autorizarla: este es magistério de que huye la Académia Españóla, que dá la senténcia; pero la funda, à fin de que quantos la lean conozcan la razon que la assiste: y no obstante, que el de la Crusca multiplica mucho las autoridades, pues hai voz que se califica con treinta, ò quarenta Autóres: se ordenó, para evitar esta prolixidád, que solo se autorizasse cada voz, ò phrase con dos, ù tres autoridades: pues si es castíza, y expressíva, dos, ù tres Autóres clásicos son testigos fidedignos para probar su nobleza, y sino es de tanto realce, dos, ù tres testigos conformes bastan para assegurar su naturaleza.
15 En el modo de trabajar el Diccionario (que yá se havía empezado entre todos) era dudoso el méthodo: no se sabía el que havía usado la Crusca; pero por la História de M. Pelissón estaba presente el de la Académia de Francia, en la qual solo trabajó el Diccionario (no sin alguna Real recompensa) M. de Vaugelas, y despues M. de Mezeray, y los demás Académicos no tenían otro encargo, que el de ser Fiscáles y Jueces de lo que estos dos trabajaban. Pero el conocimiento de que, observada esta orden, necessitaba precisamente el Diccionario de un dilatado tiempo para salir à luz, y el exemplo de haver tardado en Francia mas de sesenta años hasta empezar à imprimir, excluían semejante disposición: y aun assustaban à los que empezaban obra tan vasta (especialmente à algunos de edad avanzada) porque siguiendo aquellos passos se privaban del consuelo de vér la obra, que precisamente les havía de alcanzar de dias: fuera de que aplicados todos al trabájo, cada uno desearía ser útil, y anhelaría à contribuir con todas sus fuerzas al común. Assi prosiguió la idéa de encomendar à cada Académico una combinación de la A, segun su siguiente