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CENSURA DEL SEÑOR DON BALTHASAR DE ACEVEDO,
del Conſejo de ſu Mageſtad en el Real y Supremo de Caſtilla.
M. P. S.

E orden de el Consejo he visto con cuidado y gusto el Diccionário de la Léngua Castellana, que pretende sacar à luz la Real Académia Españóla. Y por lo que he podido comprehender de lo singular y grande que en sí contiene, la erudición, juício y prudéncia con que le escribe: la enseñanza que puede producir lo dilatado de la matéria, sobre cuyo assunto se forma: no solo hayo que censurar , sino que me paréce que se le deben dár à tan ilustre cuerpo las grácias por obra tan decorosa à la Nación.

No dudo que en la desigualdád de génios de que se compone el vício infeliz de nuestros tiempos no faltará quien quizás tenga à mál trabájo tan à luces grande, valiendose de lo que por gracejo expressó en la prefación de su Cuento de cuentos el discretissimo Don Francisco de Quevédo, honór y glória de nuestra España, pero fuera de que este ingénio dixo su sentir en la obra que en sus tiempo corría, y ahóra vemos debaxo del título de Thesoro de la Léngua Castellana, no me persuado pudiera correr la paridád su juício en la presente, por la maduréz, diligéncia y reflexión con que está dispuesta y executada: pues además de la igualdád en el méthodo, que con tanto esméro se halla observada en lo crecido del assunto, se registra una exactissima uniformidád en la descripción de las voces, ceñida à las leyes de su idéa sin mezcla de erudiciones y notícias imprópias y ajénas de su formación: se reconoce el maduro exámen y puntualidád con que están explicadas, para que ni por lo concíso sean obscúras, ni por lo dilatado molestas: y se advierte al mismo tiempo la calidád de ellas y el modo de reducirlas al papél para su legítimo y verdadero uso. assi en lo hablado, como en lo escrito. A estas dignas circunstáncias se añade la notícia de muchas palabras, y sus significados, que ò se ignoraban por olvidadas, ò no se entendían por haverlas el tiempo, y el no uso obscurecido: de las quales en quantos Vocabularios se han publicado hasta ahóra, assi Españóles, como extrangéros, ni hai hecha mención alguna, ni se haya apuntada, quanto mas advertida, su significación. Y siendo esta singularidád de tanto realce para su estimación y aprécio, sola ella basta para colegir la aplicación, estúdio, y cuidadosa atención conque se ha procedido en su empressa.

Este plausible trabájo les parecerá à algunos cosa de poco ingénio, y otros, quando no le tengan por ocioso, à lo menos le reputarán por inutil; pero respondiéndo à unos, y à otros por sí misma la obra, solo nos puede consolar à los buenos Españóles el que haviendo sido atendida grandemente semejante afición à la própria Léngua en Italia, Francia, y mas modernamente en Portugál, solo quien miráre con malos ojos el mayor lustre de nuestra Nación podrá murmurar de obra tan provechosa, que à costa de estudiosas desinteressadas fatígas nos advierte en lo escondido de nuestras palabras las cinco reglas que prefinió el discreto Francisco Rodriguez Lobo en su erudito libro de la Corte en la Aldéa, para hablar y entender con perfección una Léngua: que son usar de ella vulgarmente con propiedád, huir de lo prolixo, no confundirse con lo breve, no poner todo el cuidado de las voces en la curiosidád, y tenerle sin confianza. Demás que extendiendose esta obra à penetrar los primóres de las locuciones, y las verdádes de nuestros peculiares adágios, llamados comunmente refránes, sin dexarnos de dár toda la luz y enseñanza que se puede en la explicación de unos y otros, podrá enmudecer la más crítica oposición. Por lo qual, y también por no hallarse en ella cosa opuesta a la Religión, loables costumbres, y regalías de su Magestad (que Dios Guarde) me parece se le debe dár la licéncia que pide. Madrid y Agosto veinte y dos de mil setecientos y veinte y quatro.

Don Balthasar de Acevedo.
EL