VI
...Nos aseguraba que Dios le había engañado, y lloraba. Juraba, como un jugador desesperado, que le habían sido mal pagadas sus oraciones y su fe. Pateaba furiosamente y blasfemaba como un arriero a quien se le hubieran escapado, mientras se holgaba en la taberna, las caballerías.
El profesor Pascale montó en cólera de repente. Me pidió el cuchillo y le dijo al fraile, que, harto de jurar, se había sentado para descansar un poco:
—¡Escucha! Voy a abrirte la barriga, y si encuentro en ella un pedazo de pollo o una gota de vino...
—¿Y si no encuentras nada?—preguntó severamente el fraile.
—Entonces te canonizaremos. Jerónimo, cógelo por las piernas.
El fraile tuvo miedo, y se fué balbuciendo:
—Creía que erais cristianos. ¡Qué blasfemia!
El loco los seguía con su benévola mirada, y repetía:
—¡He aquí el verdadero orden! ¡Lo hemos esperado tanto tiempo!
VII
Durante mucho tiempo seguimos vagando por la ciudad, y vimos muchas cosas extraordinarias. Pero el día fué corto: la noche descendió muy