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DE DIÓGENES LAERCIO.

de ciudadanos por las guerras y contagios, decretaron que los ciudadanos casasen con una ciudadana, y además pudiesen procrear hijos con otra mujer; y que Sócrates lo ejecutó así.

9. Tenía ánimo para sufrir a cuantos lo molestaban y perseguían. Amaba la frugalidad en la mesa, y nunca pidió recompensa de sus servicios. Decía que «quien come con apetito, no necesita de viandas exquisitas; y el que bebe con gusto, no busca bebidas que no tiene a mano». Esto se puede ver aún en los poetas cómicos, los cuales lo alaban en lo mismo que presumen vituperado. Así habla de él Aristófanes:

¡Oh tú, justo amador de la sapiencia,
cuán felice serás con los de Atenas,
y entre los otros griegos cuán felice!

Y luego:

Si memoria y prudencia no te faltan,
y en las calamidades sufrimiento,
no te fatigarás si en pie estuvieres,
sentado, o caminando.
Tú no temes el frío ni la hambre,
abstiéneste del vino y de la gula,
con otras mil inútiles inepcias.

Amipsias lo pinta con palio, y dice:

¡Oh Sócrates, muy bueno entre los pocos,
y todo vanidad entre los muchos!
¡Finalmente, aquí vienes y nos sufres!
Ese grosero manto