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LIBRO IV.
le fue muy dañosa, hasta que Antígono le envió dos criados y se lo llevaron en litera, como refiere Favorino en su Historia varia. Murió allí mismo; y mis versos a él son éstos:
- Oimos que Bión boristenita
- afirmó que no existe dios alguno.
- Si hubiera persistido en este dogma,
- podríamos decir que sintió de ello
- como había creído erradamente;
- pero habiendo caído
- en larga enfermedad, morir temiendo,
- el que había negado hubiese dioses,
- el que nunca sus templos visto había,
- y el que de los mortales se burlaba
- que a los dioses ofrecen sacrificios,
- no ya sólo con piras, aras, mesas,
- olor, gordura, incienso
- de los dioses saciaba las narices,
- ni sólo «pequé» dijo,
- y «perdonadme mis pasadas culpas»;
- si que aun a la vieja ensalmadora
- prestó fácil el cuello, y con correas
- se dejó atar los brazos.
- Sobre su puerta puso
- el ramo de laurel y espina blanca;
- para todas las cosas prevenido,
- sino para la muerte.
- ¡Oh necio, que quisiste que los dioses
- por merced existieran;