1. A Stratón sucedió Licón, natural de la Troade, hijo de Astianacte; varón elocuente y muy apto para la enseñanza de los niños. Decía que «a los niños debía injerírseles el pudor y deseo de honores como se aplica a los caballos el látigo y el freno». Su fecundidad y elegancia en el decir y explicar las cosas consta de que acerca de una doncella pobre habla en estos términos: «Grave carga es para el padre una doncella a quien por falta de dote se le pasa aprisa la flor del tiempo». Por esto cuentan que Antígono dijo de él: «Así como el buen olor y belleza de una manzana no se puede trasladar a otra parte, así en este hombre se deben mirar las cosas que decía como las manzanas en el árbol». Y aun, porque era dulcísimo en el decir, añadieron algunos a su nombre la letra G[1]. Pero en el escribir no se parecía a sí mismo. A los que se dolían de no haber aprovechado el tiempo en los estudios y desearían que volviese, los burlaba diciendo que «mostraban arrepentirse mucho de un ocio ya irremediable o incorregible». A los que obraban sin consejo les decía que «estaban tan faltos de razón como los que quieren explorar la rectitud de la Naturaleza con una regla torcida; o a los que se miran el rostro en agua
- ↑ Si a la palabra Licón se antepone G, y se lee Glicón, en griego significará Dulce.