bres la horrenda y negra propension de perjudicarse mutuamente, y una envidia ó zelotipia secreta tanto mas dañosa, cuanto que ella se presenta, para dar su golpe con mas seguridad, disfrazada con los adornos de la benevolencia: en una palabra, concurrencia y rivalidad de una parte, oposicion de intereses de la otra, y siempre el deseo oculto de hacer su negocio en perjuicio de los demas; todos estos males son hijos del primer efecto de la propiedad, y la comitiva inseparable de la desigualdad naciente.
Antes que se hubiesen inventado los signos representativos de las riquezas, estas no podian consistir en otra cosa sino en ganados y tierras, los solos bienes reales que los hombres podian poseer. Luego que las heredades se aumentaron en número y en estension, hasta ocupar toda la superficie de la tierra y estar contiguas las unas con las otras, estas no pudieron agrandarse mas, sino á costa de las otras, y los supernumerarios á quienes la debilidad ó la indolencia habian impedido el adquirir bienes á su turno, viniendo á ser pobres sin haber perdido nada, respecto á que, cambiando todo al rededor de ellos, eran