de la salud, de las fuerzas del cuerpo y de las cualidades del espíritu o del alma: la otra, que puede llamarse desigualdad moral o política, porque depende de un género de convención, y que se encuentra establecida, o cuando no autorizada por el consentimiento de los hombres. Esta consiste en los diferentes privilegios de que gozan algunos con perjuicio de los demás, como son, el ser más ricos, más ennoblecidos, más poderosos, que ellos, y también el de hacerse obedecer.
No se puede de forma alguna preguntar cuál es el origen de la desigualdad natural, porque la respuesta se hallaría enunciada en la simple definición de la voz. Menos aun podría buscarse y analizarse, si no hay o pudo haber alguna ligazón o analogía esencial entre las dos desigualdades; porque esto sería preguntar, en otros términos, si los que mandan valen esencialmente más que los que obedecen, y si la fuerza del cuerpo o del espíritu, la sabiduría o la virtud, se hallan siempre en los mismos individuos en proporción del poder o de la riqueza: cuestión excelente, puede ser para que la agitasen y discutiesen