E
l primero que, habiendo cercado un terreno, se atrevio á decir, esto es mío, y halló gentes bastante dóciles y simples que le creyeron, fue sin disputa el verdadero fundador de la sociedad civil.¡Cuantos crímenes, guerras, homicidios, miserias y horrores no hubiera evitado al género humano aquel que, arrancando las estacas ó cegando el foso, hubiese gritado á sus semejantes: guardaos bien de escuchar á ese impostor; vosotros pereceréis infaliblemente si olvidais que los frutos son de todos, y que la tierras no pertenece á nadie! Pero hay grandes presunciones y apariencias de que entonces las cosas habian llegado ya á un punto, en el cual no podrian existir por mas tiempo: porque esta idea de propiedad, procediendo de muchas otras anteriores que no pudieron nacer sino sucesivamente, no se formó de una vez solamente en el espíritu humano; fue necesario para ello hacer bastantes pro-