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Constant y Royer-Collard, ó en las de Laferrier, Maccarell, etcétera. Los partidos conservadores españoles vienen prefiriendo las teorías de estos hombres, por otra parte ilustres, al estudio de la tradición y al examen de los elementos que verdaderamente constituyen la vida de nuestras provincias.

Y porque nosotros fuímos á Madrid á proclamar estos principios, se nos ha tachado de separatistas, de cantonalistas y de enemigos de la unidad de la patria. No es este lugar á propósito para traer á discusión científica nuestras teorias y las teorias de aquellos que nos combaten; baste decir que todos los que hemos intervenido en la redaccïón y entrega á S. M. de la Memoria, estamos dispuestos á discutirla y sostenerla.

¡La unidad de la patria! Los partidarios de esta unidad somos nosotros; sus enemigos son los centralistas madrileños. Si alguien lo duda, ahí va la prueba.

En público, en un certamen literario celebrado en mi amada villa de Granollers, y en conversaciones íntimas después, he dicho varias veces lo que voy á repetir ahora. Perdonádmelo aquellos de vosotros á quienes hubiese expuesto ya mis ideas acerca del particular.

Donde quedó verdaderamente deshecha y rota la unidad de la patria española, fué en la desgraciada batalla del Guadalete. Empezó la reconquista; la patria quedó fraccionada, pero instintivamente todos los Estados lucharon para formar una sola nación que comprendiese desde los Pirineos al estrecho de Gibraltar y desde el Atlántico al Mediterráneo. Esta y no otra debió ser la aspiración nacional: la verdadera unidad de la patria. Gracias á excesos centralistas que no quiero ahora recordar, no existe hoy esta unidad, [...]