Página:Divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira (1911).djvu/132

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bien en las bancas). Vengo á apoyar decididamente al Gobierno que nos rige con general aplauso. Esto es sabido, y esto despierta contra mí el odio de los que quisieran substituirse á él. Esos cuatro fomentadores de anarquía son, pues, mis enemigos naturales. Entretanto, el Gobierno actual cuenta con la inmensa mayoría del pueblo, y ésa es la que me ha elegido por mis opiniones. No declarar legítimo mi mandato sería sospechar de impopularidad al mismo poder ejecutivo que aclaman las muchedumbres entusiastas y del que quiero ser modesto, pero abnegado colaborador.» Esto lo copio de la versión taquigráfica, corrigiendo apenas el estilo, no por presunción, sino porque me gustan las buenas formas, lo que podría llamarse el aseo en la ropita oratoria.

El fondo era así, vago, indeterminado é insultante para los adversarios. De más está decir que, como en mi célebre examen de ingreso, allí también pasé por unanimidad. Presté juramento y me senté por fin en «mi banca».

Era, definitivamente, un personaje.

Escuché desde entonces los discursos con menos respeto, y comencé á comprender como por vaga intuición, que aquello no valía nada, que yo podría hacerlo mejor sin mucho esfuerzo, sin todo ese trabajo de años á que Vázquez se refería. Y resolví ponerme á leer discursos parlamentarios. La indigente biblioteca de la Legislatura, compuesta de unos pocos centenares de volúmenes, me proporcionó los diarios de sesiones del Congreso: devoré á Sarmiento, Avellaneda, Rawson, Mitre, Vélez Sarsfield; leí docenas y docenas de discursos, reteniendo más las frases que la doctrina y creándome un repertorio de lugares comunes que pudieran no parecer tales. Compré también