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Página:Divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira (1911).djvu/193

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silla de gobernador, Vázquez porque Camino no quería, y Camino por... lo que se sabrá en seguida.

El ex presidente había tomado sus medidas como hombre de vistas claras y largas, buen conocedor del corazón humano, para mantener todo el tiempo posible la mayor suma posible de influencia, pero no con la candorosa ilusión que le atribuíamos de seguir gobernando entre telones y haciendo del nuevo Presidente un simple personero. Si así no fué, si tal no pensaba, desde los primeros tanteos pudo advertir que el instrumento no le obedecía, y que, como se debe «cantar bien ó no cantar», por el instante lo más práctico era llamarse á silencio—como lo hizo. Pero algunos «pazguatos», más papistas que el papa, deslumbrados con el poder que recibieran de él, creyeron que éste era un atributo propio, que sólo podía reclamarles y retirarles quien se lo había concedido, y comenzaron á «corcovearle» al nuevo Presidente, y á no hacer sus gustos con la requerida sumisión, como si no dependieran directa ni indirectamente de él, y como si no pudiera «ponerlos patas arriba á las primeras de cambio». Uno de estos tontos fué mi gobernador, el del célebre «¡Rodeen á Camino!» Fué torpeza la suya. Nuestra provincia había ido pacificándose poco á poco, y la oposición, bajo una mano de hierro, confesaba, al fin, su impotencia, retirándose de toda lucha, y contentándose con la lírica actitud de criticar acerbamente al «oficialismo», á todos los «oficialismos», en la intimidad de sus reuniones privadas, y en la no menos íntima escasez de circulación de sus diarios. También es cierto que el Guardia de Cárceles, batallón de línea, creado años atrás—no sé si por mi inspiración,—y el cuerpo de vigilantes y bomberos—éstos