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—Conque... se puede ir al diablo.

Sonreí, y le di el último golpe:

—Y, al concluir su período, con Vázquez tendría usted que renunciar á ir al Senado, porque la Legislatura, nacionalista y presidencial, no le perdonaría sus lirismos.

Correa no era difícil de convencer en cosas evidentes y de utilidad, y todo quedó como estaba.

Los ministros no me hacían sombra, porque eran completamente ineptos y yo sabía la manera de manejarlos. Siempre me habían temido, y desde que Correa subió al poder, comenzaron á temblar ante mí aunque yo les hubiera prometido hacer todo lo posible para mantenerlos en su puesto. Una amarguísima incidencia que debió costarnos caro, vino á darme un terrible poder, aumentando inopinadamente mi prestigio.

La muerte de Camino, ocurrida en circunstancias tan misteriosas, precisamente cuando comenzaban á trascender nuestras intrigas tendientes á derrocarlo, pareció de pronto al público menos clara de lo que la presentábamos.

Nuestras idas y venidas en aquella noche aciaga, y aunque fuera ya tan tarde, no habían pasado inadvertidas, porque la gente provinciana parece dormir con un solo ojo cuando se trata de algo que puede alimentar la chismografía.

Además, aunque el cuento estuviera urdido magistralmente, había demasiados testigos de la verdad: si se podía contar con mi reserva, la de Orlandi, la del Comisario de órdenes, la del zorro de Cruz, no sucedía lo mismo con las mujeres, los dos vigilantes, el cochero.

Los secretos de almohada por la almohada suelen trascender. Uniendo á esto la malevolencia de la oposición, no es raro que comenzara de pronto á correr este rumor siniestro: