Página:Divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira (1911).djvu/211

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á quien quizás haya hecho desgraciada. Pero, ¿quién iba á decirme entonces que tanta candidez puede existir en el mundo? Y en aquel tiempo, pensando de otro modo, después de leer la carta me dije que podía optar por dos temperamentos, á saber: contestarla ó no contestarla.

Me acordé de Vázquez, á quien hubiera comparado entonces con el doctor Relling de Ibsen, si lo hubiese conocido, y tomé el camino del medio. No obré, es cierto, ni como Vázquez ni como Relling, pero... tomé el camino del medio:

Escribí sin contestar.

Y el borrador de mi carta, muy estudiada, muy medida, estaba el otro día, cuando revolví mis papeles viejos, al alcance de mi mano, prendida con un alfiler á la extraña misiva de Teresa. Decía así:

«Señorita: He lamentado infinito el fallecimiento de don Higinio, á quien siempre quise mucho, como viejo amigo de mi padre, y á quien siempre admiré y respeté como á uno de los hombres más representativos de nuestra provincia, y sobre todo de nuestro amado pueblo de Los Sunchos.

«Ha dejado un vacío que nadie podrá llenar en las filas de nuestro partido, en el círculo de sus amigos y camaradas, y más aún en el corazón de su hija, la estimable compañera de mis años infantiles á quien nunca olvidaré y para quien son mis mejores sentimientos.

«Acompaño á la triste huérfana en su hondo pesar, como un hermano que sufre y llora al par de ella, y lamento más que nunca la impotencia del hombre á quien el misterio de la muerte dice:—No pasarás de aquí.

«¡Teresa! si en algo puedo ser útil á la hija del gran caudillo, no tiene más que mandar.