Página:Divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira (1911).djvu/218

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—¡Mauricio! Temo que hagas desgraciadas á muchas personas y, lo que es más curioso, que no te conquistes con ello la felicidad... Si aludes á mí, y crees que yo me pongo en cualquiera de tus caminos para cerrarte el paso, te equivocas...

Mauricio. Tú has nacido de pie, como decían nuestros abuelos. Yo no lucho contigo, ni abierta ni solapadamente, porque sería inútil.

Tú no emprenderás nunca nada en que no estés seguro del éxito, é impulsado á ello por las circunstancias. ¡Oh, tú harás siempre lo que quieras!...

—¿Por qué?

—Ya te lo he dicho: Sencillamente, porque nunca querrás sino lo que esté al alcance de tu mano. Eres como un chico que va á la juguetería con el bolsillo lleno, sin proyecto alguno, sin más que un deseo vivo é indeterminado de «tener cosas», y que va tomando todo cuanto le gusta...

—¿Y tú?—dije, no sin ironía.

—Yo tengo, por desgracia, ambiciones determinadas y una línea de conducta. Como sé lo que quiero, es muy probable que no lo consiga, y los demás dirán siempre que me estrello contra las murallas en vez de buscar el portillo que encontraría seguramente abierto...

¡Las ambiciones determinadas de Vázquez! ¡Su línea de conducta!... Ahora las juzgo abstracciones morales y políticas, sin nada positivo, sueños románticos y nada más. Pero entonces no paré mientes en ello, y lo di por admitido, encarando de lleno y francamente el asunto principal.

—¡Hablemos claro! ¿María Blanco?

—Es la muchacha más interesante de la ciudad.

Pero está deslumbrada por un espejismo.

No trataré de desengañarla. Sí, Mauricio, es verdad, la quiero; pero no desearía unirme á