Página:Divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira (1911).djvu/234

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 226 —

su bonhomía y regocijo acostumbrados, agregó, sonriente:

—¿No le parecería bueno hacer un viajecito á Buenos Aires? Yo creo muy útil que se vea con el Presidente y le hable de cómo recibiríamos el proyecto de divorcio. ¡Oh! ¡como simple informe, sin meterse en honduras! Tanto más cuanto que sería magnífico que el Presidente se mostrara favorable á su elección.

¡Gran consejo! Ungido por el Presidente, ni Correa ni nadie sería capaz de ponerse en mi camino.

—Iré esta misma semana—dije.—Cuente conmigo, padre.

—¡Dios te lo pagará! Entretanto, María no había cambiado de actitud.

Amable, afectuosa, me recibía como á un buen amigo, y sólo de vez en cuando pasaba—pronto reprimida,—una promesa por sus ojos. Y aquella misma tarde, cuando fuí á verla como de costumbre, me dijo con cierta gravedad:

—Ayer, incidentalmente, habló papá de que está usted muy religioso, ¿es cierto?

—No tengo por qué ocultarlo: he vuelto al seno de la Iglesia, como dicen los sacerdotes, María—contesté en tono de broma.

—¿No se enojará si le hago algunas preguntas, que han de parecerle indiscretas?

—¡Qué esperanza!

—Dígame, pues: ¿Usted cree, de veras, en todo lo que enseña la religión?

—Sí, creo—dije tanto más resueltamente cuanto que no quería dejarle ver mi vacilación.—¿Por qué me lo pregunta?

—Porque me parece bastante extraño. Muchas veces le he oído hablar con incredulidad y hasta con burla de más de un misterio, de más de un dogma.