Página:Divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira (1911).djvu/371

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llevado á los Tribunales, para echarme la cuerda al cuello, y que si la cosa trasciende no me nombrarán ministro en Europa...

¡Si hubieran tardado quince días! ¡Es una maldición!

—Veré á mis amigos en el Club.

—¡Sí, Mauricio! es tremendo lo que me pasa.

Alguien ha ido á tratar de impedir que salga la noticia en los diarios, pero si esta situación se prolonga, estoy reventado para toda la siega...

Salimos juntos.

—Es fácil. Voy á buscar el dinero.

—¿Te veré esta noche? ¿Dónde?

—Á las dos, en el Círculo. Ó, mejor, mañana, temprano, en casa... Veinte mil... No te aflijas... No es una montaña.

Se fué consolado y no me acordé de él hasta la hora de levantarme, á la una del día siguiente.

Eulalia me aguardaba en el comedor.

—Vázquez ha venido ya tres veces—me dijo.

—Como si no hubiera venido.

—¿Por qué?

—Porque no he podido conseguirle el dinero.

—Pero yo sí.

—¿Cómo? ¿Los veinte mil?

—Aquí están. Papá me los ha prestado.

—Es decir que has ido...

—¡Te veía tan perplejo!...

—¡Oh, admirable inocencia! Le di un beso en la frente, guardé los veinte billetes de mil, y ordené que hicieran pasar á Vázquez á mi despacho, en cuanto volviera á presentarse.

Entró.

—¿Has conseguido?

—Sí, y no.

—¿Cómo?

—Dentro de dos días los tendrás. Imposible andar más ligero ni aun tratándose de Bancos.