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MEMORIAS DE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA

la misma sencillez, acordando á los habitantes exención de una parte de los impuestos excesivos que pagan á los españoles, y que además del trabajo personal y el de las minas, ascienden al quinto de todo lo que ganan, pudiendo reducirse al décimo, á fin de establecer la autoridad del Rey y hacer amar á la nación francesa.

»Que el Virey de Méjico no puede poner en campaña más de quinientos españoles, sean cualquiera sus esfuerzos, por causa del escaso número y de estar dispersos en un territorio inmenso, donde son necesarios para la sujeción de los del país, de forma que un soldado español manda en ocasiones una gran región, y es especie de milagro que tan escaso número de hombres dominen tan "vasta extensión y tantos pueblos mal intencionados que reducen á la extremidad de la esclavitud más dura.

»Que la leva de quinientos españoles no cabe hacerse en menos de seis meses, tanto por reconcentrarlos desde los paises lejanos, como por reunirles mil muías, cuando menos, que son escasas y están ocupadas en el trasporte de las barras de plata, no habiendo español establecido en el país que quiera ir á la guerra sin cabalgadura y bagaje.

»Que á menos que el Virey se pusiera á su cabeza, no llegaría la cuarta parte de ellos hasta Nueva Vizcaya, y que por el espanto de semejante conquista, no osaría el Virey apartarse de la capital, temeroso de que la ausencia fuera causa de sublevación general en el país, fatigado de la dominación española, y que aun en el caso de que avanzara con los quinientos españoles, bastarían cien flibusteros franceses á detenerlos en un desfiladero de montañas por donde precisamente habían de ir.

»No se pide á S. M. para esta empresa más que dos buques de guerra equipados, tanto para seguridad del pasaje como para traer las barras de plata que se han de sacar en gran cantidad de Nueva Vizcaya, desde Pánuco á Santo Domingo, depósito, y después á Francia. Uno de estos buques ha de ser de 36 y otro de 30 cañones, pudiendo enviarlos allá á pretesto de guardar las costas de las islas francesas en la coyuntura de la guerra declarada por los españoles, con orden al Señor de Gussy, nuevo Gobernador del Rey en Santo Domingo, de reunir mil ó mil doscientos flibusteros con los bastimentos necesarios para su trasporte al golfo, y víveres para seis meses, que en la isla se consiguen fácilmente, y dos títulos de S. M., el uno de Gobernador de todo el territorio que se ocupe en servicio del Rey, para el Conde de Peñalosa, el otro de Teniente del Rey, para el Señor de Grammont ó para otro jefe cualquiera de los flibusteros que proponga el Señor de Cussy, conocedor del que ha de ser más á propósito.