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Página:Don Diego de Peñalosa y su descubrimiento del reino de Quivira.djvu/52

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MEMORIAS DE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA

y los padres capellanes hasta la media noche, hora en que los enviaron á dormir: pero ellos, viéndose solos y entre gente tan peregrina y extraña, y que sus enemigos los escanjaques estaban tan cerca, se huyeron y pasaron el río para su ciudad, la cual amaneció despoblada y sin gente, porque sus enemigos los escanjaques, sin ser sentidos de los nuestros, se deslizaron y dieron asalto en la ciudad, matando, quemando y destruyendo todo lo que podían, á cuyo rebato su señoría dio orden que el Real pasase el río, y se esguazó con dificultad por ser aún de noche, y se alojó en la entrada de la ciudad, que está situada en las deleitosas vegas de otro río que la entra por el medio, y las casas y calles son de la una y otra banda, y la fábrica de los edificios por la mayor parte es redonda, de á dos, de á tres y de á cuatro altos, cubiertos de paja con admirable curiosidad, y las maderas de coleo, corcura ú otaté, que todos tres nombres son de una caña maciza, fuerte y nudosa de que suelen hacer bastones, que no se cría en tierra caliente; y según se notó en lo que vimos, siembran dos veces al año, porque algunas sementeras estaban para cogerse y otras se iban sembrando. No se pudo hallar indio alguno para lengua, por haberse todos huido temiendo la gran furia de los enemigos escanjaques, que creyeron que iban favorecidos y aliados con los nuestros, y fué necesario para atajar el incendio de la ciudad, partir la armada en dos tropas, y que la una con el Maese de Campo se ocupase la mayor parte del día en retirar los escanjaques.

»La mañana siguiente marchó el campo por medio de la población como dos leguas, y habiendo contado algunos millares de casas, hicieron alto en la orilla de otro río que también entraba en ella, y se notó que cada cuarto de legua, poco más ó menos, entraban en la ciudad caminos reales de á diez y seis sendas, y algunos de más, muy trilladas y juntas, que bajaban de la serranía alta, que distaría de los edificios como seis leguas.

»Desde aquel paraje envió el señor Adelantado una escuadra de 25 soldados con el sargento mayor Francisco de Madrid, para que fuesen á explorar todo lo poblado, sin poder dar fin á sus calles, y mientras más adelante reconocían, más población y más humazos en la serranía que iba por el costado derecho de la ciudad hacia el Norte.

»Pasamos hasta llegar á esta población muchos y muy grandes ríos que abundan de diversos peces, como son bochinetes, bogas, matalotes, bagres, sardinas, mojarras, truchas, anguilas, caballos, peje blanco, cagón, almejas y camarones, y otros, y los más de estos ríos altísimos para sacar acequias de riego, y las tierras negras, fuertes, fértiles y cubier-