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D. FRANCISCO FERNÁNDEZ DE LA CUEVA

los franceses, de quienes no pondero los muchos agasajos y favores (que á todos hicieron después de rendidos, pues nadie conoce más bien el valor que el vencedor.»

A los anteriores testimonios históricos, dignos de toda fé y autoridad, debe añadirse el del propio duque de Alburquerque. ¿Y por qué no? ¿Acaso la palabra del personaje que interviene en los acontecimientos ha de rechazarse siempre como interesada, cuando su testimonio conviene con el de otros admitidos como veraces y auténticos? Negando á la historia esta abundantísima y estimable fuente, habría que borrar de sus páginas infinidad de hechos que descansan exclusivamente en el testimonio de sus autores.

Pues bien: el duque de Alburquerque, en la Representación[1] que elevó al Rey D. Felipe IV algún tiempo después del suceso que nos ocu- pa, con ocasión de justificar su pretensión al virreinato de Nueva España, enumerando los servicios por él prestados á la nación y á la Corona, cita como uno de ellos el que desempeñó en la batalla de Rocroy. Y en verdad, que si hubiera huido tan ignominiosamente al primer encuentro, como pretende el duque de Aumale, ¿cómo se hubiera atrevido, dirigiéndose al mismo Monarca, en cuyo reinado se verificó aquel hecho de armas, á citar este servicio como meritorio?

Oigamos su descargo después de dos siglos y medio con ánimo desapasionado y desprevenido, escrito, por cierto, en breves, pero enérgicas frases, que retratan al militar pundonoroso y valiente. «Halléme en la batalla de Rocroy, y. Señor, no es faltar á la modestia informar á V. M. de la verdad. No hubo grueso nuestro que yo no le llevase á la carga, ni peligro que yo no buscase por mejorar el estado de la batalla. Prisionero estuve dos veces y me libré con la espada. Ningún día me ha debido tanto el servicio de V. M., y ninguno me ha debido menos mi vida; pero ni el no perderla, ni el perderse la ocasión dependió de mí ni de medios humanos.»

La estimada colección do documentos, opúsculos y antigüedades dada á luz por nuestra Real Academia de la Historia con el título de Memorial histórico español, tantas veces citada en este trabajo, contiene[2] un párrafo de carta relativo á la batalla de Rocroy, escrita sin duda por persona que la presenció ó que cuando menos se hallaba muy bien enterada. Este párrafo, que interesa sobremanera á mi propósito, dice así:

  1. Se conserva autógrafa en el Archivo del Estado de Alburquerque.
  2. Tomo XVII, pág. 144.
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