Cond. Calla, calla.
No sabes los asaltos en que se halla
mi pecho combatido al escucharte.
No es todo de García, mucha parte
ocupa el Moro; y en afán dudoso,
al bien de mi hijo cede el de mi esposo.
Al ir á resolverme titubéo,
segunda vez mudando mi deseo,
despreciando á Almanzor, vuelvo á García;
desecho mi pasión, la llámo impía;
yo misma me echo en rostro la locura
con que olvidé de madre la ternura;
me cubro de rubor, horror y espanto
al ver que cupo en mí delito tanto.
Ya quiero publicar del Moro aleve
el cruel designio que á formar se atreve;
y cuando contra el Moro más me irrito,
cuando mi error y su furor medito,
á la dulzura de su nombre, Elvira,
en tierno halago se convierte mi ira.
Alek me acaba en este mismo instante
de apresurar de parte de mi amante
a que acelere el golpe. Alek, anciano,
ignoraba el rigor del Soberano
que daba la orden. Yo, temblando el labio,
se lo expliqué; y él noble, humilde y sabio
temblaba al escucharlo.
Elv. Y tú, señora,
resuelves por el hijo que te adora,
o por el Moro, que á reinar aspira?
Cond. Por quién resolverá mi pecho, Elvira?
Aún dudo sin querer. Ay!, yo quisiera
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