huyeron ya los Moros tan medrosos,
que solo está Almanzor.
I. Castell. El Moro huya;
pero pague su error la madre tuya.
Sanch. Si vuestro amor merezco, si el Condado
en Sancho tiene un Soberano amado,
si en mí fundáis vuestra esperanza y gloria
nunca podreis echar de la memoria
que su pecho me dió tierno alimento.
Si esto no basta, y vuestro atrevimiento
los límites pasare que prescribo,
el primero de quien el brazo altivo
avance con la espada, considere
que no la ha de tocar, si ántes no hiere
á su señor y dueño, a Don Garcia.
¿Qué mano habrá en Castilla tan impia?
¿Qué castellano habrá, como lo sea,
á quien no espante tan atroz idea?
Si sois vasallos míos, desechadla.
Esta es mi madre: aún vive, respetadla.
Yo de Almanzor ordenaré el castigo.
La ingratitud con que fingido amigo
quiso abusar de mi amigable trato,
(¡lo aleve olvido, pero no lo ingrato!)
es delito mayor que la malicia
que fomentó en su pecho su codicia.
Pero á mi madre.......
Cond. No, ya no es posible
que tal nombre merezca: fiera horrible
seré á tus ojos, y á Castilla entera.
Sanch. Tu hijo soy, tu hijo te venera.
Quando te miro, solamente veo
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(LVIII)
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