Página:Don Segundo Sombra (1927).pdf/100

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 98 —

Concluída la carneada, metimos cada cual nuestro medio borrego en una bolsa de arpillera, lo atamos a los tientos y, despidiéndonos del puestero, que nos hizo traer unos mates con una chinita flaca y huraña, nos fuimos a trote de zorrino hasta alcanzar la tropa, que por cierto no se había distanciado mucho.

Más apocado por mi ignorancia de carneador que por mi golpe de la mañana, me fuí de nuevo hacia adelante mascando rabia. Horas antes había visto el buen lado de la taba, cuando el chico de lo de Don Feliciano miraba asombradamente mis pilchas y aposturas de resero; y no me había acordado que el huesito tenía otra parte designada con un nombre desdoroso; esa la veía, sólo cuando mi impericia de bisoño se topaba con una de las tantas realidades del oficio. ¿Cuántos otros desengaños me esperaban?

Antes de andar haciéndome el "taita", tenía por cierto que aprender a carnear, enlazar, pialar, domar, correr como la gente en el rodeo, hacer riendas, bozales y cabestros, lonjear, sacar tientos, echar botones, esquilar, tusar, bolear, curar el mal del vaso, el aba, los hormigueros y qué sé yo cuántas cosas más. Desconsolado ante este programa, 1 1 i 1 } T